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viernes, 22 de junio de 2012

Al final el dolor ceso, las angustias y ataques de desesperación en plena noche se acabaron, las heridas ya no duelen, las cicatrices ya no se abren tanto, yo no odio la situación; nunca pensé que una persona pudiera llorar tanto, pero las lagrimas me purificaron, ya no queda nada adentro, toda la bronca, la culpa, esas ganas inmensas de gritar, se fueron, como te fuiste vos aquella tarde soleada. Que rápido que pasaron los meses, pero ahora que no estas tengo que confesarte que te extraño, que las tardes se me vuelven solitarias cuando no estas, que extraño no tener con quien pelear y discutir, se me hace extraño que tus fotos ya no estén en la casa, que esas revistas con las que podías pasar horas no estén tiradas en la mesa, en el placar o en el baño. Que no este ni tu bufanda ni tu gorro en el perchero, ni el termo y el mate en la mesa. A veces extraño que al prender el televisor no este a todo volumen, ni este ese canal que tanto mirabas. De apoco se me van olvidando cosas, cosas que no quiero olvidar, pero con el tiempo se van. El reloj nunca se paro, los días pasan, cada vez más rápido, y sin embargo no puedo evitar llorar al nombrarte, al sentir que ya no estas. Porque cuando te fuiste me perdí, porque todas esas cosas con las que crecí se fueron, y de golpe todo cambio, y yo no estaba lista para cambiar. 


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